Un conocido refrán dice que el triunfo y la derrota son dos caras de la misma moneda. Sus manifestaciones –la alegría y la tristeza– son sin duda opuestos exactos, pero necesariamente de vida corta. De modo que vamos a reformular el refrán: “el triunfo y la derrota son dos caras de la misma moneda, que dura un cierto período de tiempo”. Pasado éste, la moneda pierde su valor y hay que sacarla de circulación. Si el resultado ha sido un triunfo, nos quedará el recuerdo de aquella alegría, la satisfacción de saber que hicimos las cosas bien. Si fue una derrota, debemos tratarla como a un problema. Y cuando nos encontramos ante un problema, lo que debemos hacer es buscarle la solución. Ni lamentarnos, ni echarle la culpa a otro, ni desesperarnos, ni poner excusas. Simplemente, encontrar la forma de resolverlo. ¿Para qué sirve este razonamiento? Sirve para encontrarle utilidad a la derrota, desde su mínima expresión, la acción individual. Y ponerla a trabajar en nuestro beneficio. Porque perder sirve para aprender.
domingo, 19 de octubre de 2008
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